Noviembre de 2016, San Juan


Luces, fuegos artificiales y sombras.

"Le pido a la gente un poco de paciencia. Sabemos que la gente está cansada. Tenemos que estar todos juntos para salir de esto", rogó Messi tras la humillante, por las formas, derrota ante Brasil. En San Juan hubo paciencia y el rey respondió.

El sol es el primero aparecer por la región cuyana, no quiere perderse al crack de la Selección Argentina, quizá empatizando con el nuevo tono de pelo, y gobierna la tierra sanjuanina desde muy temprano, con la potencia de 32 abrumadores grados. O quizá más.

En San Juan paciencia sobra, por eso la fiesta se vive con poca ansiedad. Uno se acerca al estadio y los que más ruido hacen son los colombianos, que se empiezan a juntar desde temprano y, comandados por el Cole, ponen la música.

Cuando Messi entra en calor con algunos zurdazos en la previa, cuando ingresa ya con la cinta y la 10 tatuada en la espalda y resuena un contundente "Que de la mano, de Leo Messi"; ya no hay dudas. El público responde al pedido de paciencia y con un plus, el de la ilusión.

En cada intervención, Lionel le da claridad, luz, a la Selección Argentina. A la relación de la misma con la gente, al sistema de juego, a sus compañeros, al DT, al periodismo, a todo lo que lo rodea.

Saca a la luz la prueba de que la Selección aún existe, que el pueblo, o al menos mucha gente, aún puede disfrutar de ver a Messi, de verlo jugar en su máximo nivel, como en Barcelona, como en Champions League, pero en casa, en cualquier rincón del país, tenga o no capacidad hotelera a la altura.

Que puede haber, aunque sea por momentos, un hincha de la Selección. Que el esfuerzo de Mascherano puede seguir siendo reconocido y hasta a veces útil, que alguno de acá, o al menos de acá al lado, como Pratto, puede ser más, en un momento determinado, que los de allá. Al menos mentalmente. Lo que no es menos en el fútbol.

Que la Selección puede llegar a ser una fiesta. Así como, sin Messi, Córdoba despidió con hostilidad al equipo (lo merecía), San Juan lo recibió con optimismo, y el 10 ayudó a cohesionar esa relación, a mantenerlo durante todo el partido, para rendirse ante sus pies tras cada intervención magnífica, para terminar con un show de pirotecnia y hasta aplaudiendo al público colombiano por ser parte de la fiesta.

 

Pero ojo, que muchas de esas luces son artificiales. "El conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna sombra", explicó alguna vez el filósofo francés Gaston Bachelard. Y la iluminación al mando de Messi del equipo argentino ante Colombia, tiene debajo, y delante, una oscuridad infernal.

Problemas estructurales, un subterfugio de miserias, que condena al fútbol argentino en general y a la Albiceleste en particular. La luz de Messi ilumina y emociona, pero que no nos encandile.

Listo, ya disfrutamos al 10 y al acogedor público sanjuanino, ahora se vendrán varios meses en los que habrá que hurgar en la oscuridad para no quedar ciegos.

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